domingo, 22 de agosto de 2010

RECOMENDABLE: entrevista a Milagro Sala en Enfoques, La Nación, 22 de agosto de 2010.

Entrevista con Milagro Sala

"Quiero hacer la revolución, pero en las cabezas"

Amada y odiada, criticada por sus métodos políticos, la dirigente jujeña admite que no es "el ángel de la guarda ni la Madre Teresa de Calcuta", pero que "hace mucho" que no sale con garrotes. También destaca que trabaja para mantener su autonomía, "con o sin Kirchner"
Por Ricardo Carpena


Cuando se habla de esta mujer parece no haber lugar para los grises, tibiezas, términos medios ni matices. Cuando en este país se menciona su nombre, Milagro Sala, las reacciones se vuelven extremas. Los que la quieren, la idolatran. Los que no la quieren, sólo la llenan de acusaciones. Pero, ¿quién es realmente esta aindiada mujer de 47 años, líder de la agrupación Tupac Amaru, tan admirada como odiada, con una vida casi novelesca, una extendida fama de violenta y un reconocido trabajo social en Jujuy con importantes fondos del Estado?
Una mala noticia: la entrevista con Enfoques quizá no termine de despejar por completo todas esas incógnitas para quienes no pueden dejar de mirarla desde la idealización o los prejuicios. Otra mala noticia: la charla tuvo lugar en la Capital Federal y no en Jujuy, donde se podría verificar todo lo que hicieron, para bien y para mal, Sala y su agrupación, enrolada en la CTA (Central de Trabajadores Argentinos). Pero también hay buenas noticias: la polémica dirigente habló de todo y con el mismo estilo con el que siente que es juzgada, sin anestesia. Por ejemplo, advirtió que todos los que la acusan de violenta "son más violentos" que ella y destacó que "hace mucho" no sale con garrotes, pero admitió que no es "el ángel de la guarda ni la Madre Teresa de Calcuta".
Aclaró que ella no es piquetera y destacó que ella nunca cortó una ruta porque considera "que el taxista, el colectivero, el camionero o el que va a trabajar no tiene por qué pagar los platos rotos de las necesidades de la gente". Aún más, Sala advirtió: "Quiero hacer la revolución, pero en las cabezas, no con armas ni violencia.
La líder de Tupac Amaru dijo que no busca ninguna candidatura porque le gusta "ser libre", y afirmó que en las elecciones de 2011 votará por los Kirchner, quienes le dan más de 8 millones de pesos mensuales para construir viviendas en Jujuy, aunque sostuvo que, de todas formas, trabaja para mantener en el futuro autonomía económica, con o sin el kirchnerismo en el poder.
Milagro Sala es la dirigente más criticada de la oposición, como su archienemigo, el senador radical jujeño Gerardo Morales; la que puso en marcha una obra en su provincia a la que muchos definen como un "Estado paralelo", la que acumula tanto poder que fue bautizada como "La gobernadora", la acusada de ser instructora de tiro y de tener registradas 500 armas, la jefa de la barra brava del club Gimnasia y Esgrima de Jujuy (que se hace llamar "La barra de La Flaca" en su honor), la que acumula una veintena de causas judiciales por diversos delitos, la denunciada por controlar la droga en su tierra, la que está en la mira por escraches y actos de violencia, como el que terminó con un rival con el cráneo fracturado y que le valió que Luis D´Elía le pidiera que abandone la violencia.
Y Sala es la misma dirigente social elogiada (y sostenida económicamente) por los Kirchner, la niña mimada del progresismo porteño, la que se fue de su casa a los 16 años cuando se enteró de que era adoptada y decidió vivir en la calle entre prostitutas y ladrones, la que cayó en la droga y estuvo presa ocho meses, la que descubrió su vocación política y comenzó a militar en un sindicato de estatales (ATE); la que hoy vive con su esposo, el periodista Raúl Noro, sus dos hijos biológicos y 10 "hijos del corazón", la que logró construir 4800 viviendas en cinco años gracias a una cooperativa que pilotea Tupac Amaru, la que ofrece una contención social, económica y laboral a muchos a quienes el Estado no protege.
-¿Usted es un ángel o un demonio?
-Depende. Para la oposición, soy el demonio. Y si es para algún sector donde estoy todos los días, soy una buena persona. Muchos de los que dicen que soy el demonio es porque no tienen cómo justificar ante sus propias bases que nunca hicieron nada. Cuando comenzamos a trabajar, no queríamos centros vecinales ni partidos: trabajamos con lo peor de lo peor de Jujuy. Con aquel que se drogaba, con el que había dejado de estudiar, con aquel padre que no tenía trabajo y al que en la villa lo trataban de lacra. Comenzamos a trabajar con cuadros nuevos y con nuestro estilo. Cuando venían los punteros les decíamos que íbamos a trabajar con ellos siempre que dejaran la camiseta afuera de nuestra sede. Y no nos fue mal. Porque muchos que comenzaron a militar en la Tupac tuvieron que dejar lo malo afuera y entendieron que teníamos que trabajar juntos.
-Con respecto a su aspecto demonizado, ¿se hace cargo de su fama de violenta?
-Tenemos pruebas de que los que nos acusan de violentos son más violentos que nosotros. No les convienen las cosas que estamos haciendo. En esta Argentina muchos están acostumbrados, tanto de la oposición como del oficialismo, a que la plata recibida desaparezca en el camino. Hay funcionarios que dicen: "Tenemos que ir a Jujuy para ver cómo trabaja esta mujer, por qué la gente está construyendo casas". Es simple: para muchos compañeros era el sueño de su vida tener una vivienda propia. Ahí es donde vemos que éste es el camino... No digo que soy el ángel de la guarda ni la Madre Teresa de Calcuta...
-¿Es consciente de que en Jujuy hay gente que la quiere y gente que le tiene miedo?
-El miedo lo ha instalado el periodismo.
-Más allá de las denuncias, usted tiene ex aliados que la critican, como El Perro Santillán o Luis D´Elía, que le pidió que dejara la violencia. Y dicen que controla la barra brava de Gimnasia y Esgrima de Jujuy.
-No me apurés... Primero me dijiste D´Elía: ¿ahora el muerto se ríe del degollado? Segundo, el tema de Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Los amigos son los que pusieron "La banda de La Flaca" porque dicen que a la gente se la reconoce en vida, y soy fanática del club, es el amor de mi vida... Tercero: me decías de El Perro Santillán...
-Sí, denunció que, en 2006, a Lucas Arias, yerno de él, ustedes le partieron la cabeza de un palazo en la gobernación por negociar beneficios para su agrupación.
-¿Y vos estás seguro de que fue así?
-¿Usted está segura de que no fue así?
-Vos te guiás por una persona que vino a Buenos Aires, a la que le pagaron los pasajes y a la que le dieron 1000 pesos para desprestigiar a Milagro Sala. Los jujeños nos conocemos todos. La última vez que quemamos gomas en Casa de Gobierno fue cuando peleamos por el 82% móvil, con compañeros jubilados en huelga de hambre, la Legislatura tomada y con los funcionarios que tomaban café y no nos querían atender. No se le partió la cabeza a nadie. No soy botona, pero, desde la década del 90 hasta hoy, si vemos quién fue más violento, yo soy un poroto. Hace mucho tiempo que no salimos con garrote.
-¿Las causas judiciales que hay en contra de usted también son inventadas?
-Son de la década del 90, en el transcurso de diez años donde los gobernadores se venían corrompiendo y por eso se tomaron reparticiones, se hicieron cortes de puentes. No estuve únicamente yo. Nombrame una de las causas de ahora...
-Tengo un listado de 28 causas penales.
- (Se ríe) Te puedo mostrar mi historia prontuarial. Tengo dos causas nada más. No tengo más.
-¿Por qué la campaña en su contra? ¿A quién molesta su agrupación?
-Hay muchos a los que les molesta que en algún momento hayamos dicho que algunas cosas de los Kirchner nos gustan y otras no nos gustan. No tenemos por qué estar escondiendo nada. Somos agradecidos cuando nos dan algo, pero cuando tenemos que cuestionar, cuestionamos. Nadie nos puede decir que nos "comemos" la plata. La AGN [Auditoría General de la Nación] fue dos veces a Jujuy a verificar nuestras obras. Se dio cuenta de que no sólo hicimos viviendas sino mucho más: 18 polideportivos con piletas de natación, cancha de básquet, de fútbol, un centro de salud para chicos discapacitados. Tenemos un tomógrafo, un colegio secundario, una escuela primaria, ahora estamos con el terciario.
-Usted dijo que no era el "perro fiel" de los Kirchner, pero depende de sus fondos, ¿no?
-No en todo. Dependemos de la Nación para la construcción de viviendas. Las cinco fábricas que tenemos nos dan fondos. Tenemos que salir al mercado comercial para poder tener ganancia. ¿Sabés por qué tenemos las fábricas? Somos conscientes de que no nos vamos a pasar toda la vida construyendo viviendas. Y de que no toda la vida van a estar los Kirchner y de que para nosotros la autonomía es lo más importante.
-Aunque usted haya pedido públicamente diez años más de kirchnerismo... Por lo visto, lo va a votar en 2011.
-Sí, porque la oposición critica, critica y critica sin dar una alternativa. ¿Cómo se les puede creer a algunos partidos si hace unos años le han descontado a los jubilados el 13% y ahora dicen que quieren el 82% móvil? En Jujuy, la semana pasada salimos a pelear para que no aumentara el agua, y lo logramos. Ahí demuestro que no soy la perrita fiel. Con el gas, lo mismo: hicimos una marcha grandísima, nos sentamos a hablar con los funcionarios y les dijimos: "¿Ustedes quieren aumentar? Salgan a buscar subsidios, no vengan a meter la mano en el bolsillo de los que menos tienen". Cuando hay que aplaudir aplaudimos y cuando hay que discutir, discutimos.
- ¿Le molesta que le digan piquetera?
-Los respeto, pero no somos piqueteros. Nunca hemos cortado rutas. Porque el taxista, el camionero, el colectivero, el que necesita ir a trabajar no tiene por qué pagar los platos rotos de las necesidades de la gente. Estamos acostumbrados a que cuando hay un conflicto en la Legislatura, nos vamos ahí a protestar. Voy a decir algo más: yo quiero hacer la revolución, pero no con armas ni con violencia, quiero la revolución en las cabezas para que el compañero que vive en la villa cambie de mate (se toca la sien derecha), que entienda que puede salir de la villa si se prepara, si estudia, y que puede tener la misma camioneta que aquella persona que trabaja las 24 horas.
-Usted dijo que no quiere ser candidata a nada, pero su organización está en 17 distritos. ¿No piensa en gobernar la provincia?
-No, porque a la Tupac le gusta ser libre.
-Puede ser libre gobernando Jujuy...
-No es lo mismo. Si la Tupac Amaru llegara a la gobernación, no duraríamos ni un mes. Porque meteríamos mayores impuestos a las grandes empresas como Ledesma, La Esperanza, Minera Aguilar. ¿Lo van a permitir las grandes empresas que ponen y sacan gobernadores? Y para llegar a la Cámara de Diputados, no sirvo.
-¿Y cómo sigue su proyecto político?
-Nuestro único objetivo es que los chicos no sigan comiendo en los comedores, que coman en la casa. Y que los padres tengan trabajo. Quiero una nueva Argentina, pero no con armas. En la década del noventa estuvimos tapándonos la cara. De nada sirve voltear gobernadores si no hay soluciones para los que menos tienen. Por eso nos hicimos cargo del Estado. Decimos que el Estado tiene obligación con nosotros, pero nosotros también, como ciudadanos, tenemos que pagar impuestos, trabajar, estudiar. No me siento poderosa por todas las cosas que hice. Me siento una más. Aprovechá que estoy acá y andate mañana a Jujuy: todas las fábricas funcionan. Lo puse en marcha y ahora depende de ellos. No armamos un pelotón de desocupados, sino que formamos conciencia. Es lo más valorable para el ser humano, para que recupere su autoestima. Antes venía una campaña política, a los compañeros les daban un vino y un choripán y con eso los arreglaban. Hoy no, porque eso es de ellos.
-¿Cree, como dijo D´Elía, que hay una "Argentina blanca"? Usted dijo que se sentía discriminada por ser negra y colla.
-Cuando era chica me sentía así. Hoy me puedo sentar a discutir con cualquiera. No hay una "Argentina blanca". ¿Cómo puedo renegar de los gringos si me ha criado un descendiente de los españoles, y me crió muy bien? Eso de la "Argentina blanca" algunos lo dicen de acuerdo con la autoestima que tienen. Yo tengo la autoestima alta. Me siento con capacidad de discutir con cualquiera la distribución de la riqueza, con la suficiente capacidad para poder decir cómo se pueden cobrar mayores impuestos a las grandes empresas. No le temo a la gente que tiene título, a los que usan traje, a los que me hablan rápido, porque depende de cómo uno se haya preparado en la vida. Mi universidad fue la calle. Al decir "sociedad blanca", uno ya está discriminando. Y lo que se tiene que terminar de una vez por todas es la discriminación. Hay muchos que son morochos y tienen una mentalidad burda, y algunos que son gringos y tienen una muy buena.
-¿ Qué es la democracia para usted?
-Ahh... (Medita unos segundos.) Democracia es hacer y dejar hacer, poder opinar y dejar opinar, poder trabajar y ayudar al otro. Es garantizar salud, educación, trabajo, vivienda digna. Respetar a los pueblos originarios, a las Madres de Plaza de Mayo. Democracia es respetar a los otros que también estuvieron del otro lado, en un país donde uno dice que hay democracia pero tenemos todos que aplicarla. No únicamente el Estado.
-Para muchos, esta es una democracia restringida, que está alejada de la gente.
- Una cosa es la libertad y otra el libertinaje. Porque vivís en democracia no te vas llevar a todo el mundo por delante. En la Tupac Amaru le enseñamos a los pibes a respetar lo que otro tiene, aunque uno no tenga nada. En la Tupac una vez hicimos un debate sobre los ricos. Y algunos decían que los ricos siempre robaban porque tenían una 4x4 y ellos no. Les dijimos que había dos clases de ricos: los que laburaron toda una vida, que tienen su casa, sus cosas, y los nuevos ricos, que lo lograron gracias al poder, politiqueando.No todos los ricos son los malos de la película.
-¿Y dónde ubica a los Kirchner? ¿Entre los ricos o entre los nuevos ricos?
-Esos son ricos desde siempre. (Risas.)
© LA NACION 

MANO A MANO

Fue una de las entrevistas más raras que hice. Porque Milagro Sala habló unas dos horas instalada en la cama de su suite del hotel de dos estrellas en el que se alojaba, junto a su marido y un séquito de dirigentes de la Tupac Amaru, que empezaron como mudos testigos y terminaron participando en una entrevista coral. Y también porque conocerla me dejó más preguntas que respuestas. No me convenció su insistencia en presentarse como una versión jujeña de Gandhi, pero sí sentí que la había juzgado con prejuicios. No vi con mis propios ojos la obra que hace en Jujuy. Ni los desmanes de los que la acusan. Es un cuadro político surgido de la necesidad, con mucho instinto. No creo que todas las denuncias que la incriminan sean falsas (uno de sus dirigentes me entregó anteayer las "pruebas" que la exculparían, cuando ya no tenía tiempo de analizarlas), pero es cierto que es difícil medirla con los parámetros tradicionales. Me impresionó su confesión de que están trabajando para no tener que depender económicamente de los Kirchner ni de nadie. ¿Si es un ángel o demonio? Como a veces me decía mi abuelo cuando yo era chico: "No siempre hay respuestas fáciles para todo".

viernes, 20 de agosto de 2010

La falacia kirchnerista

La constelación que incluye al progresismo, a la centro-izquierda y a la izquierda, en general, en nuestro país se encuentra, desde el 2003, frente a un dilema que lo tensiona: ¿hay que apoyar al kirchnerismo, o no? En otras palabras, lo que tensiona al progresismo es lo siguiente: ¿la única posibilidad de ser de izquierda hoy en la Argentina es apoyando orgánicamente al proyecto oficialista, suponiendo que su propuesta es la única que nos lleva al “socialismo”? ¿No hay posibilidades por fuera del modelo K de pensar otros proyectos emancipadores, que pretendan transformar la sociedad argentina?
La situación es verdaderamente angustiante ya que divide al campo popular y progresista –a sus militantes– entre aquellos que apoyan absolutamente y acríticamente al gobierno (el kirchnerismo y sus organizaciones de base), entre los que lo consideran un buen gobierno, aunque mejorable (aquí podemos incluir a distintas fuerzas políticas como Proyecto Sur, el GEN, la CTA –con sus variantes–, algunos sectores del radicalismo más progresista y a un sector del socialismo, entre otras) y entre los que se oponen rotundamente, al considerarlo burgués, regresivo y capitalista (fundamentalmente, este tercer sub-mundo del progresismo está integrado por los partidos de izquierda tradicionales como el PO o el PTS, por ejemplo). Y, al parecer, las tres posiciones resultan irreconciliables: los que integran al primer grupo no aceptan, por válida que sea, ninguna de las críticas constructivas que se le puedan hacer al gobierno K y tildan a todos ellos, casi casi, como antirevolucionarios; los del tercer grupo, por su parte, no pueden evaluar como positiva –es decir, como progresiva– ninguna de las iniciativas del gobierno porque, según ellos, no pretenden erosionar la hegemonía de las clases dominantes y, por ende, no pretenden instaurar el “socialismo”; el segundo grupo, sin embargo, es el que se encuentra en la peor situación que oscila entre apoyar algunas de las medidas del kirchnerismo por progresistas y criticar otras porque no lo son, o bien, porque directamente son regresivas. Así, este segundo grupo de díscolos histéricos consigue que los otros dos se pongan de acuerdo para correrlo, cada vez que pueden, por izquierda. Incluso, muchas veces los argumentos esbozados son similares.
No me interesa mucho detenerme a pensar en la actuación política del tercer sector del progresismo, me parece que su postura anti-todo es sumamente repudiable y que no permite avanzar en la discusión sobre cómo transformar la sociedad argentina. Para ellos, la única posibilidad para ello es una revolución que permita instaurar un modelo económico comunista dirigido por el proletariat. Según mi parecer, es una postura irreflexiva y dogmática no aplicable –claramente– a la realidad política de la Argentina. Pero sí me parece que puede ser fructífero, con el objetivo de propiciar dicho debate, comenzar a preguntarse por qué los kirchneristas se defienden tanto de las críticas que les pueden hacer los espacios políticos que claramente son de izquierda y que claramente son progresistas, pero que no son anti-todo. Es decir, lo que me interesa pensar es por qué el kirchnerismo le teme políticamente a los sectores que a veces apoyan sus iniciativas y que otras las critican, no porque las consideren absolutamente erradas sino porque les parece que son perfectibles, o sea, que pueden estar mejor.
La respuesta a este miedo aparentemente irracional de los sectores más fanatizados del kirchnerismo, por ahí, la podemos encontrar apelando a que el kirchnerismo justamente propone un discurso falaz: se cree lo más revolucionario, lo más transformador de la sociedad, pero en verdad no es más que una variante –más agradable, sin dudas– del liberalismo que expresa la clase media pequeña burguesa argentina.
¿A qué me refiero con lo anterior? El kirchnerismo creyó que las principales iniciativas que impulsaban suponían un conflicto de intereses con las clases dominantes a través del cual se modificaba de cuajo la matriz productiva y distributiva de la sociedad y, por ende, un cambio estructural. Sin embargo, no fue así: fueron políticas progresistas, de eso no caben dudas, pero en ningún momento pusieron en peligro la hegemonía de los sectores dominantes; nunca se puso en tela de juicio quién debía tener el poder en la Argentina, si el pueblo o los sectores económicos y políticos dominantes. De ese modo, el kirchnerismo favorece el mantenimiento del status quo imperante, al tiempo que engaña a la clase media y a los sectores más empobrecidos al otorgarle mayores “libertades civiles, individuales”.
Algunos ejemplos pueden ilustrar a qué me refiero cuando hablo de “falacia”. Si nos remitimos, por ejemplo, a la Ley de Medios observamos que el debate político entre Clarín y el gobierno, si bien pretendió redefinirse en clave ideológica por parte del kirchnerismo (nosotros, el gobierno, le quitamos poder a los monopolios más concentrados de la economía; ellos, Clarín, son unos gorilas que apoyaron la dictadura militar de 1976 y que se beneficiaron con la era de oro del neoliberalismo en la Argentina), en verdad era una pelea de intereses intra-clase entre una empresa oligopólica y un gobierno capitalista que no pretendía socializar la esfera de los medios de comunicación sino que, por el contrario, pretendía dominarla para repartirla entre sus aliados. Con la Ley del Matrimonio Igualitario pasó algo similar: el gobierno pretendió presentar esa iniciativa como una confrontación directa con los sectores más conservadores de la Iglesia, pero no era más que una propuesta que pretendía darle mayores libertades a una minoría específica (y que además no criticaba la institución del matrimonio) que surgió de distintas organizaciones de la sociedad civil y que fue apropiada por el kirchnerismo. Se podrían seguir dando ejemplos sobre políticas impulsadas por el gobierno que no pretendían modificar estructuralmente el país, aunque lo presentaran como si fueran medidas revolucionarias, como la reprivatización de las empresas privatizadas (el argumento era que a partir de ese momento, los principales accionistas eran argentinos, pero en ningún momento se pensaba en la posibilidad de la reestatización) o la extensión de los permisos de explotación de los yacimientos de recursos naturales a empresas extranjeras o la reforma de la Ley de Partidos Políticos que obtura la posibilidad de que terceras fuerzas, verdaderamente progresistas, puedan acceder al poder y que, por lo tanto, favorece al bipartidismo tradicional, entre otras.
Es cierto, también, que hubo medidas más progresistas que discutían la matriz productiva y distributiva de la Argentina que no se modificó durante los últimos treinta años durante los siete años de kirchnerismo en la Argentina. Una de ellas fue el intento de cobrar retenciones móviles al sector económico más favorecido durante la fase ascendente del ciclo económico argentino que fue el campo, con la intención de que esas ganancias extraordinarios se redistribuyan en toda la sociedad. Es cierto que esa medida los puso frente a frente con la oligarquía terrateniente y con los pooles sojeros –los sectores económicos más reaccionarios de la sociedad–, pero no deja de ser cierto tampoco que la intención verdadera de esa iniciativa fue ampliar la caja del Estado para poder repartirla (al igual que las licencias de los medios audiovisuales) entre sus aliados. La Asignación Universal por Hijo también fue una medida del gobierno que considero positiva puesto que tiene la intencionalidad de modificar la matriz distributiva; pero a pesar de sus buenas intenciones, el alcance de aquella política no termina de convencer ya que no determina la universalización total de la asignación, sino que pone requisitos para acceder a dicho Programa.
La iniciativa de acabar con las AFJP, finalmente, fue un caso bastante particular. Sin dudas, fue la medida más progresista del kirchnerismo ya que desarticuló de cuajo un negocio vinculado directamente con la época neoliberal –que priorizaba y favorecía a la especulación financiera–, al tiempo que estatizaba una gran masa de capital para ser distribuido entre la población. El inconveniente de esa medida, en todo caso, tuvo que ver con cómo se utilizó ese dinero: no se priorizó la industrialización y la inversión sino que fue utilizado para garantizar la demanda agregada de los sectores más empobrecidos, a través de planes sociales acentuando el perfil asistencialista del modelo de país kirchnerista.
En definitiva, entonces, a través de estos ejemplos observamos que la política del kirchnerismo favorece, por un lado, a través de iniciativas que sólo modifican a la superestructura, a otorgar mayores libertades individuales a sectores específicos de la sociedad como pueden ser determinadas organizaciones sociales o a minorías; y, por otro lado, a través de iniciativas mediante las cuales se incrementa la caja del Estado, a enfatizar el perfil asistencialista del kirchnerismo a través del cual se pretende mantener elevada la demanda agregada. Pero en ningún caso se pretende favorecer políticas de inversión que diversifique la matriz productiva de la Argentina. En esto consiste justamente la falacia del kirchnerismo: pretenden hacer más de lo que hacen en verdad, pretenden quedar como transformadores cuando en verdad no hacen más que extender las libertades civiles consagradas por la Constitución y otorgar beneficios económicos a los sectores más castigados por el neoliberalismo para mantener, e incluso incrementar, la demanda agregada.
Por ello, considero que para seguir pensando la transformación estructuralmente del país el kirchnerismo debe sincerarse para que pueda comprender conscientemente sus limitaciones; y debe aceptar las críticas que le hacen por izquierda con buen tino (al mismo tiempo, los espacios de centro-izquierda no adictos al gobierno deben comenzar a observar la mejoría relativa que implica el kirchnerismo respecto, por ejemplo, al menemismo; debe dejar de acusarlo de ser una continuación del modelo de los 90). Sólo de esa manera se podrá superar aquella tensión que hoy atraviesa al sector progresista y popular; sólo así podremos pensar de qué manera lograr un movimiento realmente emancipador.

martes, 3 de agosto de 2010

La política, según el PRO: el arte de escuchar con oídos sordos.

Dicen ser la nueva política, dicen no tener los vicios y no apelar a las malas artes a las que los políticos “viejos” nos habían malacostumbrado (la corrupción, la rosca política, la desatención por el vecino de a pie, etc.). Dicen de sí mismos que son gente joven, que deciden meterse en la política con la buena intención de dar una mano. Dicen ser profesionales, capacitados para administrar de manera eficiente los recursos del Estado. Dicen saber cuáles son los problemas que les preocupa a los vecinos. Dicen y creen en muchas cosas; todas lindas, que les resultan simpáticas a la gente. Pero jamás dicen cómo hacer todo eso que imaginan. Eso es, en pocas palabras, el PRO: un conjunto de buenas intenciones que no pueden llevarse a la práctica por qué no saben cómo realizarlas en la cotidianeidad; o peor, que se terminan llevando a la práctica de manera que generan muchos nuevos problemas sin siquiera solucionar el que se proponían.

Y eso, evidentemente, resulta problemático para todos los que vivimos en la Ciudad de Buenos Aires, que es por ahora –y por suerte– el único distrito en el cual gobiernan. Veamos: dicen querer mejorar la seguridad en la Ciudad de Buenos Aires, o la educación, o la salud o el transporte, entre otras cosas. Todo eso es muy bueno, nadie lo niega. Creo que nadie negaría, de hecho, que esos son los principales problemas que cualquier gobierno de la Ciudad consideraría prioritarios. Pero, ¿cómo intentan solucionarlos? Con medidas que requieran poca inversión, apelando a los capitales privados y desatendiendo los conflictos sociales y políticos que surgen en la Ciudad. Es decir, pretendiendo eliminar de la faz de la tierra la esfera de lo político, suponiendo que la de la Ciudad de Buenos Aires es una sociedad homogénea, no conflictiva. Entonces, crean una fuerza policial paralela a la que ya existe en el ámbito de la Ciudad, en vez de intentar llegar a un acuerdo con el gobierno nacional; ponen caloventores en las escuelas para que los chicos que estudian allí no se mueran de frío en invierno, en vez de invertir para que haya gas en los establecimientos educativos; crean “contracarriles” en avenidas importantes para modificar el trayecto de los colectivos, en lugar de invertir en un transporte público moderno, veloz y menos contaminante; defienden la inversión privada en salud, y no arreglan los hospitales públicos. La lista podría continuar.

La implementación de estas políticas, como sucede con cualquier política pública que se lleve a cabo en cualquier lugar del planeta, implica reclamos y críticas de aquellos que no resultan favorecidos. ¿Cuál es la postura del gobierno PRO frente a ellas? Podríamos dividirla en dos fases correlativas: primero, se hacen los democráticos y se sientan a escuchar todo lo que los ciudadanos que resultaron perjudicados tienen para decirles; posteriormente, comienzan a dar respuestas evasivas a las cuestiones antes señaladas. Prometen que sus reclamos van a ser escuchados, que van a ser analizados y que luego se les dará una respuesta. Las respuestas llegan, aunque de modo tardía: son de carácter administrativo o burocrático y la mayoría de las veces –me animaría a decir en un 99,9%- no responden satisfactoriamente a la demanda realizada. En criollo: bicicletean los reclamos, y los estiran en el tiempo apelando a “la buena voluntad del funcionario en intentar resolver el tema”, implorando que entiendan “lo complejo que son los procesos burocráticos internos”.

Dicen ser la nueva política, que vienen con aires modernos y renovadores. Pues bien, ante esto yo me planto: si la nueva política no pretende resolver los problemas de la sociedad, niega el aspecto negociador y constructivo de la política, cree que sus métodos son los únicos valederos y que hace oídos sordos a los reclamos de la gente, yo claramente prefiero a la vieja política, a pesar de sus vicios.